Entre las penosas herencias que deja el humalismo figura la fractura y el maltrato que sufrió la institucionalidad de nuestro Ejército, institución en la que, entre otros, arbitrariamente se pasó al retiro a muchos oficiales y promociones enteras para dejar la puerta abierta a los ascensos de los amigos de la promoción de Ollanta Humala.
Pero ahí no quedo la cosa. Ad portas de dejar el cargo, el otrora presidente se preocupó también por dejarlos bien ubicados. ¿Cuáles fueron los lugares, las oficinas ideales con planilla dorada para los amigos?
Uno, ha sido Unasur, donde los amigos del alba dan la mano. Otro, Sedena, la Secretaria de Seguridad y Defensa Nacional, oficina que se supone se encarga del planeamiento estratégico de la seguridad nacional, donde en los últimos años no habría primado precisamente la meritocracia, sino el amiguismo.
El último martes 16, a través de un decreto supremo, Sedena fue transferida de la PCM al Ministerio de Defensa, como parte de su estructura.
Ahora lo que pase con ella, si debe o no ser reestructurada, sus directores evaluados correctamente o no, dependerá únicamente de ese ministerio. Así como la posibilidad de que oficiales brillantes que fueron retirados puedan regresar, sería una gran reivindicación.